Por: Daisy Magaña
Aunque la mayoría de chicos de 10 años están ocupados pretendiendo ser vaqueros o haciendo una prueba de paciencia al ayudar a sus madres con el lavado de ropa, el Padre Alberto Rojas contemplaba su vida como sacerdote. El, por supuesto, no sabía de todas las obligaciones, sacrificios y trabajo que significa ser un sacerdote, pero lo que le atraía grandemente era la vida virtuosa y disciplinada que puede tener un sacerdote participando en su comunidad. A la edad de 13 años, fue convencido de entrar al seminario y eventualmente sería ordenado sacerdote. Sin embargo, esto no podía ocurrir sin una breve pausa en la vida religiosa. Ahora, años más tarde, se encuentra a si mismo elegido para servir como obispo auxiliar del cardenal Francis Cardinal George.
El Padre Alberto nació y fue criado en Aguascalientes, México, en una familia de cuatro hermanos y tres hermanas (es el tercer más joven con dos hermanos menores). Desde la edad da 10 años comenzó a pensar en su vida como sacerdote, ya que siempre había asistido a escuelas católicas y se había visto rodeado por religiosos. Hubo una vez, que el recuerda claramente cuando niño, en que los semnaristas visitaron su escuela, despertando su interés en el sacerdocio. Sabía que quería ser sacerdote; sin embargo no sabía lo que esto significaba exactamente. De hecho no pensaba realmente en celebrar misas, sino en la actividad con la comunidad. A principio de sus años 20s sintió la necesidad de saber que era trabajar, ya que nunca había tenido un trabajo estable de tiempo completo y tomó un receso de sus estudios religiosos. Eventualmente continúo sus estudios teológicos en la Universidad de Santa María del Lago, llamado también el Seminario de Mundelein.
Antes de aceptar su nuevo papel como obispo auxiliar [ordenación 10 de agosto] terminaría su servicio en la Parroquia del Buen Pastor. Esta parroquia fue originalmente establecida como parroquia polaca en 1907, y en unos cuantos años el área experimentó un fuerte crecimiento en población latina. El reciente nombramiento del Padre Albaerto a la comunidad de la Parroquia del Buen Pastor es lo que hace su ordenación como obispo auxiliar algo único. Explicó que los sacerdotes usualmente permanecen en las misma parroquia por un período de seis años con la oportunidad de servir seis años adicionales.
La nueva posición fue una bendición. El no la buscaba; le llegó como un regalo, explicaba el Padre Alberto. No deseaba ser obispo – ni siquiera estaba en su ‘radar’ hasta que recibió una llamda telefónica del vaticano. No se siente lo suficientemente preparado para servir a la Arquidiócesis en este nuevo título. Al principio, el Padre Alberto inclusive creía que tenían el número equivocado, hasta que la persona al otro lado espezó a describirlo. La elección de un obispo es un proceso largo y elaborado porque los nombres de los candidatos son seleccionados y entonces enviados al Vaticano para deliberación, en la que intervienen muchas oraciones y reflexiones. Sin poder creerlo fue a la capilla y empezó a rezar pidiendo guía.
Está completamente consciente de la magnitud de esta “ordenación” ya que requiere un aumento de responsabilidad y obligación, pero también es la mayor bendición en su escala pastoral. “No hay escuela para los obispos, se aprende en el proceso”, dijo Francis Cardinal George en una conversación con él. Son exactamente sus 14 años de servicio, le explicó Francis Cardinal George, lo que sirve como preparación en su nuevo viaje. El Padre Alberto estará supervisando 60 parroquias y está entusiasmado con la oportunidad de conocer a cada una de ellas. ¿Qué ha ayudado al fuerte compromiso y servicio del Padre Alberto con la comunidad? Su relación con Dios, “Cuando nos ordenamos, somos sacerdotes 24/7. Yo he estado en el hospital en medio de la noche y lo que nos descansa es la oración. Se tiene que tener una relación con Dios. Y luego, por supuesto, el ejercicio ayuda!” Visitar a su familia en México le ayuda a re vitalizarse para mantenerse sano y lleno de vigor para sus feligreses. También sabe lo que es disfrutar de los museos y la vida de arte que Chicago ofrece.
Cuando le preguntan su mayor logro personal, reconoce que el ser sacerdote puede atribuirlo solo a Dios. Tomando un momento para reflexionar, dijo, Bueno, llegué a un país con diferente idioma y cultura y estudié y me gradué aquí en una universidad…” dijo el Padre Alberto. Especialmente ya que su familia conocía el trabajo que supone recibir una educación.
Fueron los seminaristas quienes motivaron al Padre Alberto y reconoce la importancia de la educación. Exhorta a “aprovechar todas las oportunidades que la vida les presente aquí [U.S.], si pueden continuar con sus estudios, háganlo.Como comunidad hispana en E.U. necesitamos gente preparada…” Destaca la importancia de la fe y aconseja no abandonarla. “No se dejen consumir por la sociedad individualista y el materialismo actual, que nos rodea. No pierdan sus bases culturales o su fe, porque eso es lo más importantae que tenemos”, dice sabiamente el Padre Alberto.