Los cerebros envejecientes o dañados pueden volver a tener memorias retentivas si se levanta una enzima que orpime demasiado fuerte un gene clave, de acuerdo a los neurobiólogos de Irvine, de la Universidad de California. “Lo que hemos descubierto es que si liberamos ese DNA una vez más, el cerebro, ahora envejeciente, puede formar mermorias a largo plazo, normalmente”, dijo el autor senior Marcelo Wood, Francisco J. Ayala, Director de Neurobiología y Comportamiento de UCI, quien presenta los hallazgos en la junta anual de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia, en Austin, Texas. “Para formar una memoria a largo plazo, se tienen que activar unos genes específicos. En la mayoría de cerebros jóvenes, eso ocurre fácilmente, pero según envejecemos y nuestro cerebro envejece, tenemos un problema para lograrlo”.
Esto ocurre porque los seis pies de DNA dentro de cada célula de nuestro cuerpo tienen más dificultad para liberarse cuando se necesita, explicó. Como muchas partes del cuerpo, “ya no es tan flexible como era antes”. La rigidez en este caso se debe a un freno molecular llamado histona deacetilasa 3, que se ha convertido en “excesivo” en el cerebro envejeciente y está comprimiendo el material demasiado fuerte, bloqueando la destilación de un gene llamado Period1. El remover el HDAC3 restaura la flexibilidad y permite a la maquinaria interna de la célula tener acceso a Period1 para comenzar a formar nuevas memorias. Los investigadores han teorizado anteriormente que la pérdida de transcripción y funciones de codificación en los cerebros envejecientes se debía al deterioro de los relojes circadianos. Pero Wood y su equipo, su notable compañera postdoctoral, Janine Kwapis, encontró que la capacidad de crear memorias perdurables estaba vinculado a un proceso diferente – la agresiva enzima que bloquea la liberación del Period1 – en la región misma del hipocampo del cerebro.