Por: Raoul Lowery Contreras
El Senador de Estados Unidos, John S. McCain, murió a los 81años, el 25 de agosto del 2018. Lo conocí en persona.
Cuando las redes televisivas anunciaron que el Senador John McCain había ganado las primarias presidenciales republicanas de Florida, salté de mi silla y dije a mi madre inválida que en ese momento enviaba a su campaña una donación. Me preguntó ¿de cuanto? y yo le dije $100.00, me dijo, mándale lo mismo a mi nombre.
Mi madre toda la vida fue Kennedy Demócrata, por lo que su envío me sorprendió, a mi, su hijo, toda la vida republicano. A ella le gustaba el republicano McCain porque ELLA era miembro de “Greatest Generation” [La Mejor Generación] y adoraba a los héroes militares. John McCain era un héroe militar en su mente, en mi mente y en la mente de millones de estadounidenses.
Sobrevivir más de cinco años como prisionero de guerra durante la mayor parte de la Guerra de Vietnam lo hizo a él y a los prisioneros estadounidenses, héroes bajo cualquier definición.
Siendo un periodista, comentador de TV y de radio, presentador y columnista de periódico, así como prfesional en la campaña republicana por casi 50 años, yo vivía y respiraba la campaña presiencial del 2008. Sin embargo, no pensaba mucho en el demócrata Barack Hussein Obama.
McCain corrió para presidente en el 2000; ese año yo apoyé al eventual ganador George W. Bush. Los medios adoraban a McCain. Los medios se anexaron a McCain – la quicuoesencia maravilla política – atraía; dondequiera que fuera cientos de periodistas lo seguían a él y a lo que decía. Todo parecía indicar que John McCain derrotaría al favorito, el Gobernador de Texas, George W. Bush.
Después vinieron las Primarias Republicanas de Carolina del Sur donde los medios sugerían que McCain tenía muchas probabilidades de ganar. No ganó; Carolina del Sur no apoyó al héroe McCain, votando por Bush.
McCain se estaba quedando solo
En un tibio día de septiembre del 2000, en San Diego, mi cara mitad y yo asistimos a una recaudación para el Congresista de San Diego, Brian Bilbray, en un hotel en la playa que presentaba al Senador John McCain. Antes del discurso del almuerzo, pedí al Congresista Bilbray que me presentara al Senador, ya que no había tenido oportunidad de conocerlo. Seguro. Nos encaminamos hacia el Senador y él tomó mi mano entre ambas suyas.
“Trabajé bajo el mando de su padre (Almiral John S. McCain Jr., fue el Comandante de todas las fuerzas del Pacífico, incluyendo mis marines); sonriendo, continué, “Hubiera trabajado bajo su mando si usted hubiera estado en el ejército”. sin pestañear, el Senador de Estados Unidos John McCain me miró y me dijo, “F-ing Marine”.
Tanto el Senador como yo reimos; todos en el salón nos miraban. El Congresista se veía como si estuviera pasando por un paro cardíaco. El Senador y yo intercambiamos un ‘abrazo mexicano’ y reímos de nuevo.
Cuando el almuerzo terminó, salimos del hotel y solo frente a mi estaba el Senador McCain esperando su auto. Sin entorno, sin el bullicio de los medios. Solo. Nos acercamos y hablamos con él, los tres solos. Mi cara mitad había comprado su nuevo libro en la Ciudad de Nueva York solo semanas antes y el lo había firmado en la librería Barner and Noble en las Torres Gemelas de la Ciudad de Nueva York, que serían destruídas un año después en otra tibia mañana de septiembre.
Cuando el valet trajo su auto el Senador me dio otro abrazo y se despidió con un “Que estés bien, Marine”.
Esos pocos minutos que pasé con John McCain fueron, en mi experiencia, inapreciables. He contado mi historia muchas veces desde entonces, especialmente a amigos militares. Todos rían. Una excepción: El Senador de E.U. John Kerry; el no se rió cuando le conté mi historia. Me alegro que le haya ganado Bush en el 2004; sin sentido del humor.
El Senador de Estados Unidos, de Arizona, John McCain, se convirtió en mi héroe personal ese día en el 2000 en San Diego. Cuando el candidato presidencial Donald Trump insultó a John McCain por no ser un un “héroe” porque él, Trump, solo admiraba a hombres que no eran capturados, no podía creerlo.
El desagrado de Trump por John McCain continúa aún con la muerte del Senador el sábado por la tarde. Es vergonzoso; eso muestra la forma en que Trump ve Estados Unidos.
Cuando, dado esto, uno compara el carácter del Senador John McCain con cualquiera otro, se pueden encontrar pocos hombres que tengan la medida del Senador y que hayan pasadon por 1800 días de tortura, golpes, huesos rotos sufridos por los prisioneros estadounidenses detenidos por los Comunistas Vietnamitas.
Los verdaderos hombres deben medirse por las normas que el Senador John McCain nos dejó como legado. Ojalá yo pudiera vivir de acuerdo a ellas.
Honro su vida y su servicio a nuestro país. Bravo!